Oro por el premio Nobel de la
Paz, ese que se otorga cada año a quién o quienes tanto lo merecen, a quienes
tanto hacen por los derechos humanos y tanto los defienden, a quienes dedican
sus enormes esfuerzos a la mediación en conflictos internacionales y el control
de esos armamentos que haberlos haylos.
El Señor Barack H. Obama lo
recibió en el 2009 por sus “esfuerzos extraordinarios para fortalecer la
diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”; sin tener en
cuenta que todos esos esfuerzos no son más que su campaña electoral, las
promesas con las que gana a los ciudadanos, el producto que vende a los que
desean que esté en el mercado; pero además es su forma de ganar la guerra electoral
a los que no son su propia oferta, ofrece lo que otros no ofrecen, elabora su
producto según las deficiencias del producto de los demás partidos. Y después
¿qué? Pues que el votante sigue esperando esa ventaja por haber dado su voto,
pero nunca llega. El sistema, dice, pero nunca llega.
Este año sin embargo pudimos
acudir al estreno del mayor film de ficción de todos los tiempos, La Unión
Europea en Los Vengadores. Los
mejores superhéroes de la historia se unen para combatir a un enemigo
inesperado y así salvar al mundo del desastre casi seguro. Ironman y Thor, con
el apoyo del Capitán América, nos libran de la crisis económica que sacude a la
Unión Europea, destruyendo a su paso todo lo que antes conocíamos; pero eso a
Alfred Nobel seguro que no le importaba, ya que por fin las dos naciones que
llevaban en guerra tantas décadas ahora son socios, y juntos velarán por la
seguridad de todos los europeos.
Sin ánimo de ser injustos, el
Nobel tendría su fundamento hace años, cuando todos disfrutábamos del delicioso
Estado del bienestar, pero ahora…ahora que se han repartido el banquete entre
los que realmente gobiernan, y sin saber si finalmente habrá paz en Europa o
no, no viene al caso, señores. Podrían, en cambio, esperar a evaluar los
movimientos de estos héroes para ver si finalmente es peor el remedio o la
enfermedad; ya que los que ahora se vieron forzados a dormir en las puertas de
esos bancos que aún se relamen de su empacho, no viven en paz, malviven en la
injusticia.